22 de abril de 2005
Hace dos días que se rindió, no pudo más. Estoy triste pero más o menos igual que lo he estado todo este tiempo. El funeral no fue tan terrible como había imaginado. Sólo que la gente se extrañaba que era yo la que animaba continuamente a mi hermana, que es mayor que yo. Y cuando una lloraba la otra le echaba la bronca así como en broma para que dejara de hacerlo. Estoy mal, pero no siento pena por mi madre, sé que así es mejor, estaba tan malita... llegó a un punto en el que no podía más. Justo esa noche pedí que todo pasara ya, que dejara de sufrir y así fue. No siento dolor por ella, siento dolor por mí, porque no la volveré a ver, pero me queda su recuerdo, me quedan sus fotos, me queda su imagen, que ya nunca desaparecerá, está clavada en mi retina y aún más adentro, dentro de mí. Como decíamos mi hermana y yo, ella no estaba dentro del féretro, estaba con nosotras, quizás por ese convencimiento no fue tan duro verlo desender. Y no diré: "Adios, mami" No puedo decirlo, porque no es cierto, sé que su recuerdo y ella, no sé de qué modo, pero siempre estará conmigo. Eso, por lo tanto, no fue un adiós. Te quiero, mami.