10 de septiembre de 2006
Va pasando el tiempo y aunque iba consiguiendo dejar las imágenes malas poco a poco a un lado, e intentar recordar sólo los buenos momentos, cuando tú estabas bien, miles de veces, un mal recuerdo me interrumpe, o me despierto con un mal sueño... O simplemente estoy de lo más normal y de pronto surge algo que me hace aparecer tu cara ante mí y recordarte. Como un flash repentino que provoca que rápidamente las lágrimas acudan a mis ojos. Entonces, tengo que hacerlas desaparecer y lograr que aunque tenga los ojos empañados, las lágrimas no caigan de ahí, sino que se oculten. Estas sensaciones me aparecen en cualquier lugar y momento. Sí, todo el mundo dice, llora, no te reprimas, es bueno. Pero no puedes ponerte a llorar en el autobus o en el trabajo o en mitad de la calle. Y es duro, creí que no lo sería tanto, ilusa de mí. De hecho siempre aparento estar bien, finjo que no pasa nada, que todo es normal, que se supera poco a poco. Y no es así, te echo de menos todos los días. Te susurro que te quiero todos los días, sin esperar respuesta, pero sí esperando tontamente que llegues a oírlo, que llegues a sentirlo. Pero no quiero hablar de tí, cuando mi hermana saca el tema, o mi padre, procuro cambiar la conversación rápidamente, no puedo, en serio, es demasiado doloroso, aún no, aún duele demasiado. Otras veces, soy yo la que no puedo evitar decir algo de cómo eras, de lo que dijiste en tal ocasión, de las manías que podías tener... Es como si en ese momento lo necesitara, sí, como si lo necesitara para mantener vivo tu recuerdo, para saber que fuiste alguien, que estuviste ahí, que no sólo has sido un producto de mi imaginación. Otras, al contrario, tengo que decirme que no estás aquí, que ya no volveré a verte, porque parece que ayer mismo te besé, o hablé contigo por teléfono. Esas otras, tengo que recordarme que te has ido. Sea lo que sea, lo llevo como puedo pero no olvides nunca que te quiero, mami, y nunca me olvidaré de tí.